Si os preguntáis si nuestro oficio es un oficio sacrificado, la respuesta es sí, aunque también es un oficio muy satisfactorio.

Cuando nuestra familia comenzó la tradición de este oficio allá por 1902 y que hemos seguido durante cinco generaciones, sabíamos que debíamos sacrificar horas de sueño e invertir muchas horas de trabajo para ofreceros los mejores productos para ponerlos en vuestras mesas.

Claramente a principios del siglo pasado no contábamos con los medios con los que contamos ahora (máquinas amasadoras, hornos eléctricos o vitrinas que permitían mantener los productos en frío) que hubiesen facilitado un poquito más nuestro trabajo.

Muchos habréis amasado para preparar en casa una coca… ¿os imagináis lo que debía ser amasar para cada día preparar la gran cantidad de pan que hacíamos?

Quizá uno de los sacrificios que más cuestan cuando alguien empieza en nuestro oficio son los horarios. Abrir el obrador a las 3 o las 4 de la mañana para que todos los productos estén preparados a primera hora no es fácil al principio, pero es un oficio altamente satisfactorio cuando nos contáis lo bien que habéis quedado en una celebración con nuestros productos o lo bueno que está nuestro pan cuando hacéis un simple pa amb oli. Esas pequeñas cositas son las que nos dan fuerza día a día para continuar con la tradición familiar que perdura desde hace más de un siglo en nuestra familia.