Existe la creencia de que cuanto más supuestamente sofisticado es algo, más valor tiene y mayor aprecio merece. En pastelería esto ha llevado a la construcción de tartas y pasteles imposibles. Si el sabor no es raro y exótico, no vale.

Pues bien, en Pomar queremos hacer un elogio de la sencillez como una inteligente  manera de entender la pastelería. Lo sencillo se centra en la esencia, en lo fundamental, sin accesorios innecesarios que a veces terminan por crear la confusión absoluta. 

Y es que el mejor postre o el mejor pastel no es el que contiene más elementos, sino el que los muestra de la mejor manera. No es más sofisticado ni más arriesgado un postre con 14 elementos. Al contrario. Si utilizamos solo dos o tres, estos serán mucho más visibles, lo que nos obliga aún más si cabe a que  sean perfectos, impecables. Y lo mismo respecto al sabor. 

Con ello no queremos decir que haya que huir de la complejidad o sofisticación, sino de una interpretación de ambas que lleva a presumir del número de sabores y texturas que gratuitamente se pueden introducir en un mismo pastel. Lo bueno, si es sencillo, dos veces bueno.